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Teorema abierto sobre orquídeas

Written on 18:29 by Zemo

En primer lugar y que quede claro, no me gustan las flores. Prefiero algo que me arañe, que salte por encima, que me pegue lametones, que llore, que me pida comida... Prefiero un perro o una mujer antes que cualquier planta.

(Además de que con tan pingue genética herencia, probablemente tenga la misma facilidad que mi madre para matar las plantas al descuidarlas en exceso).

Soy también un tipo que paga sus deudas, tanto las que tengo con mis familiares o amigos, cómo las que tengo conmigo mismo. En su momento quise ver Adaptation: El ladrón de orquídeas, y no pude finalizarla por imperativo familiar, ya que a mis padres no les gustó y decidieron devolverla al videoclub antes de tiempo. Así que, consciente de ello, le he dedicado dos horas de mi vida a ver las andaduras de Charlie Kaufman (guionista de Cómo ser John Malkovich) para adaptar el libro El ladrón de orquídeas, así cómo para ver a su vez las andaduras de su hermano gemelo Donald Kaufman, de Susan y su libro sobre John, el horticultor que da título a la película.

Vamos, durante ésta leve disertación, a olvidar la calificación de la película durante algunos momentos y a centrarnos en el aspecto que me ha llamado la atención: Las orquídeas y su metáfora extrapolable a los humanos.

La cuestión es que es maravilloso, que cada una de éstas flores tenga una relación especial con el insecto que la poliniza. Cada orquídea se parece a un determinado insecto, así que el insecto se siente atraído por esa flor, su doble, su alma gemela. Y no hay un anhelo mayor para él que hacerle el amor. Cuando el insecto se aleja, divisa otra flor alma-gemela y le hace el amor, polinizándola. Y ni la flor ni el insecto entenderán jamás el significado de ese acto de amor. ¿Pero cómo van a saber ellos qué gracias a su danza el mundo sigue girando? Y así es. Por el simple hecho de hacer lo que están llamados a hacer ocurre algo grande y magnífico. En ese sentido nos enseñan a vivir, nos enseñan que el único barómetro que tenemos es el corazón. Que, cuando descubres tu flor, no puedes dejar que nada te aparte de ella.
Y ahora toca que hagáis los deberes, que penséis y que contestéis a éstas dos grandes preguntas:



¿Cuanto de nosotros perdemos para conquistar a otra persona? ¿Qué poso dejan en nosotros aquellos que se van?


También os ahorraré las casi dos horas de película poniendo la mejor escena de la misma (No se ve bien pero es la versión que mejor se oye):

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